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La nueva normalidad

Por: FUNIDES | 1 diciembre, 2020

La pandemia del COVID-19 cambió nuestra forma de vivir en todos los espacios. Desde marzo de este año, en Nicaragua, y el mundo, se ha repetido que no podemos abrazar ni saludar con contacto directo a nuestra familia en nuestros hogares y a nuestros amigos o compañeros de trabajo. No podemos salir a espacios públicos sin tener una mascarilla puesta, y en establecimientos con afluencia de personas, como bancos y supermercados, ponemos nuestra paciencia a prueba al esperar en filas mientras salen un cierto número de personas de las instalaciones. Asimismo, desinfectamos nuestras manos y todo lo que compramos, con alcohol. Introducir estas prácticas de manera habitual ha sido un proceso largo, para algunos más largo que otros, pero tras varios meses vemos, en nuestro día a día, una mayor aplicación de las medidas recomendadas durante la pandemia.

Desde mediados de 2020 se ha hablado en diversos medios de “la nueva normalidad”. Esta se refiere a la situación donde las personas aprenden las nuevas formas de convivir, mientras se realizan la mayoría de las actividades cotidianas y necesarias para el bienestar de los hogares y la sociedad, teniendo siempre presente la posibilidad de transmisión del coronavirus. En la nueva normalidad se permite mantener un bajo nivel de contagio del virus tras realizar cambios permanentes en el comportamiento y actuar de la sociedad, que incluye hacer hábitos las medidas como el distanciamiento social, la desinfección personal y de objetos, el uso de mascarillas, entre otros (Lozano, 2020).

La nueva normalidad parece estar asentándose en Nicaragua. Y es que, a pesar de que el Gobierno no respondió a la pandemia con grandes medidas en comparación con lo observado en otros países de la región y el mundo[1], los hogares y las empresas nicaragüenses respondieron ante la crisis con suma responsabilidad y deseo de proteger a las personas. Así, vimos cómo en la mayoría de empresas y una gran cantidad de hogares se aplicaron medidas de desinfección, uso obligatorio de mascarillas, monitoreos de temperatura de clientes, entre otras. El resultado fue la desaceleración de la propagación del COVID-19 en el país. Según datos del Observatorio Ciudadano COVID-19 Nicaragua (2020), los casos sospechosos diarios pasaron de un promedio de 128 casos en la semana del 8 al 12 de junio a un promedio de 23 casos diarios entre el 13 y el 18 de noviembre[2].

El temor a un rebrote en Nicaragua siempre está latente, con varios médicos y expertos advirtiendo que esta se podía dar a finales de agosto o a inicios de septiembre ante el relajamiento de las medidas de autoprotección de los nicaragüenses. Sin embargo, a pesar de que hemos visto una mayor afluencia de personas en negocios y centros turísticos, no se percibe (tanto en el día a día como en las cifras de COVID-19) hasta este momento una segunda ola de COVID-19 en el país (Shiffman, 2020). Esto puede deberse, nuevamente, al hecho que los nicaragüenses siguen aplicando sus debidas medidas de protección (uso de mascarillas, cargar alcohol gel o líquido al salir fuera de casa y usarlo frecuentemente, no tener contacto directo con los demás, etc.) al salir a lugares públicos y con afluencia de personas. Si al inicio de la crisis los nicaragüenses decidimos tomar el asunto en nuestras propias manos ante la falta de drásticas medidas por parte del Gobierno y logramos reducir la propagación del COVID-19, puede resultar ser más fácil para muchos saber qué hacer y qué no hacer al salir al público luego de varios meses de vivir bajo este contexto y de escuchar o leer información acerca del virus. Esto, como tal, supondría una nueva normalidad[3].

Los nicaragüenses debemos sentirnos sumamente orgullosos de lo que hemos logrado ante esta crisis. Controlar la propagación de este virus habiendo una clara ausencia de liderazgo centralizado no es poca cosa, considerando que otros países que vieron una fuerte acción gubernamental (ej. Italia, España, EEUU, etc.) han doblado la rodilla ante el peso económico-sanitario que les supuso. Sin embargo, no podemos relajarnos demasiado; en especial los jóvenes[4], quienes debemos estar en la vanguardia del esfuerzo por proteger a los demás. Estamos claros que en algún momento los negocios iban a tener que abrir y las personas iban a tener que salir; estar encerrados indefinidamente no es sostenible ni para la salud ni para la economía. Pero hay que tener una reapertura responsable y cautelosa, siempre conscientes de que no podemos regresar a la normalidad pre COVID-19. De esta manera, no se pierde el gran esfuerzo que hemos hecho, y el ejemplo que hemos dado como sociedad, durante los últimos meses para proteger a nuestros seres queridos y a nuestro prójimo como si fuera uno mismo.

Referencias

Lozano, G. (2020). ¿Cuál será la nueva normalidad a partir de la crisis del COVID-19? https://www.ey.com/es_mx/covid-19/cual-sera-la-nueva-normalidad-a-partir-de-la-crisis-del-covid-19

Miller, A. (2020). WHO: Herd immunity is a long way off stopping COVID-19. https://www.weforum.org/agenda/2020/08/herd-immunity-not-enough-to-stop-coronavirus/

Observatorio Ciudadano COVID-19 Nicaragua (2020). Estadísticas de COVID-19 en Nicaragua. https://observatorioni.org/estadisticas-covid-19-nicaragua/

Shiffman, g. (2020). ¿Por qué en Nicaragua no se ha dado el rebote que los médicos habían advertido? La Prensa. https://www.laprensa.com.ni/2020/09/17/nacionales/2721466-por-que-en-nicaragua-no-se-ha-dado-el-rebrote-que-los-medicos-habian-advertido

Urbina, J. (2020). Jóvenes han retomado la vida nocturna tras la autocuarentena, ¿qué tan riesgoso es? La Prensa. https://www.laprensa.com.ni/2020/10/21/nacionales/2736157-jovenes-han-retomado-la-vida-nocturna-tras-la-autocuarentena-que-tan-riesgoso-es


[1] Cuarentena, cierre de escuelas, cierre de fronteras, etc.

[2] Estos datos no se acercan a los casos reales, habiendo un significativo subregistro debido a las grandes limitantes que tiene el observatorio de monitorear la situación real del COVID-19 en el país. Sin embargo, la tendencia que reflejan las cifras del observatorio pueden ser indicativos del comportamiento del COVID-19 en Nicaragua.

[3] A parte de haber entrado a una “nueva normalidad” existen otras razones por la cual la propagación del virus haya desacelerado en Nicaragua, la principal siendo el haber alcanzado una inmunidad de manada. Esta se refiere al hecho cuando una suficiente cantidad de la población es infectada por una enfermedad y desarrolla células inmunológicas ante dicha enfermedad (esto puede ser a través de dos vías: exponerse al virus y recuperarse, o a través de una vacuna), con lo que la capacidad transmisión del virus se disipa. Como aún no hay una vacuna ampliamente accesible para el COVID-19, muchos menos en Nicaragua, la inmunidad de manada en nuestro país podría alcanzarse, hasta el momento, solo por la primera vía. Sin embargo, es poco probable que los nicaragüenses hayan alcanzado una inmunidad de manada, dado que estudios recientes sugieren que este estado se alcanzaría si al menos el 50 por ciento de la población se enferma y desarrolla inmunidad (Miller, 2020).

[4] A mediados de octubre, Urbina (2020) relata que los jóvenes en Nicaragua han retomado gran parte de la vida nocturna y normalidad pre COVID-19, comportamiento que se hizo visible a partir de agosto.


Las ideas contenidas en este blog son exclusivas de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de FUNIDES.

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